Tennessee, prisión de Nashville (EEUU),Philip Workman de cincuenta y tres años, condenado a muerte por un asesinato y ejecutado este miércoles pasado, pide un último deseo: en lugar de cumplir la tradición de pedir el menú de su última cena, solicitó a las autoridades penitenciarias que su cena, una pizza vegetal fuese dada a uno de los vagabundos de los alrededores.
Y el deseo se le negó, porque la prisión no hace obras de caridad.
La noticia saltó a las cadenas locales, siendo escuchada por Donna Spangler, quien prontamente se puso en acción llamando a conocidos, amigos y demás e hizo una recolecta que rápidamente alcanzó los mil doscientos dólares, con los cuales compraron ciento cincuenta pizzas, que fueron enviadas al albergue más cercano.
La noticia se extendió y mucha gente colaboró, como la presidenta de “El pueblo para el tratamiento ético de los animales” que aportó quince pizzas. Tambien llegaron de otros puntos del país como Mineápolis (Minnesota), donde una emisora de radio donó diecisiete.
Las pizzas fueron más que suficientes para los vagabundos, así que las sobrantes se desviaron a un centro de jóvenes con problemas que acoge a más de doscientos sesenta miembros.
Esta señora que tomó la iniciativa, entendió que el reo intentaba hacer una buena acción y nadie le iba a ayudar.
Noticias como esta me devuelven la fe en la raza humana, me conmueven, me emocionan, me muestran el lado solidario y más humano que todos deberíamos llevar dentro. ¡Arriba los deseos cumplidos!
Pienso que el reo tuvo tiempo de recapacitar sobre su fatal error (cometido en el pasado) y creo que con su acción quiso acallar su conciencia, puesto que en mi opinión una pizza regalada, no suprime el sentimiento de culpa por haber matado a una persona. Sencillamente fue una buena acción para irse de este mundo, habiendo hecho algo positivo tras una vida malgastada. (Aplauso)
Mi repulsa absoluta a la pena de muerte, que bien podría conmutarse a cadena perpetúa, que no degrada al ser humano y a la justicia.
La pena de muerte es un acto repugnante, extremo, inmoral, un inhumano crimen legal. (Suspenso)
Y el deseo se le negó, porque la prisión no hace obras de caridad.
La noticia saltó a las cadenas locales, siendo escuchada por Donna Spangler, quien prontamente se puso en acción llamando a conocidos, amigos y demás e hizo una recolecta que rápidamente alcanzó los mil doscientos dólares, con los cuales compraron ciento cincuenta pizzas, que fueron enviadas al albergue más cercano.
La noticia se extendió y mucha gente colaboró, como la presidenta de “El pueblo para el tratamiento ético de los animales” que aportó quince pizzas. Tambien llegaron de otros puntos del país como Mineápolis (Minnesota), donde una emisora de radio donó diecisiete.
Las pizzas fueron más que suficientes para los vagabundos, así que las sobrantes se desviaron a un centro de jóvenes con problemas que acoge a más de doscientos sesenta miembros.
Esta señora que tomó la iniciativa, entendió que el reo intentaba hacer una buena acción y nadie le iba a ayudar.
Noticias como esta me devuelven la fe en la raza humana, me conmueven, me emocionan, me muestran el lado solidario y más humano que todos deberíamos llevar dentro. ¡Arriba los deseos cumplidos!
Pienso que el reo tuvo tiempo de recapacitar sobre su fatal error (cometido en el pasado) y creo que con su acción quiso acallar su conciencia, puesto que en mi opinión una pizza regalada, no suprime el sentimiento de culpa por haber matado a una persona. Sencillamente fue una buena acción para irse de este mundo, habiendo hecho algo positivo tras una vida malgastada. (Aplauso)
Mi repulsa absoluta a la pena de muerte, que bien podría conmutarse a cadena perpetúa, que no degrada al ser humano y a la justicia.
La pena de muerte es un acto repugnante, extremo, inmoral, un inhumano crimen legal. (Suspenso)