Lo que dura una bolsa de caramelos en la puerta de un colegio. Eso mismo ha durado mi retiro.
Supongo que soy voluble o contradictoria. Tal vez no. Quizá es que soy coherente conmigo misma.
Me fui, pero no he dejado de leer blogs aquí y allá. Ha sido eso lo que me ha reafirmado en mi teoría de la incontinencia mental o el vómito emocional y lo que me ha animado a seguir con mi blog de siempre. Que a fin de cuentas fue creado para liberar mi alma de tormentos y mi mente de pensamientos. Indiferentemente de que guste o no lo que escribo. De que lo haga bien o lo haga mal.
Creé otro blog para empezar de cero. ¡Pobre ilusa! Se puede empezar, se puede cambiar, no obstante nunca borrar lo que se sintió, pensó… Lo que se fue. Volví a cerrar este. Me sentía ñoña, tonta, quejica, psss. Y seguramente lo sea. No soy perfecta, ni quiero serlo. También tenía miedo al ridículo a exponerme demasiado con mis letras o garabatos. A dar una imagen demasiado certera de quien soy. A no gustar.
Y de pronto, cuando iba a borrar este sitio, lo comprendí todo. Soy, como soy. Mi momento es el que es, que desde luego no es bueno y si ello se refleja en lo que escribo, pila masters. A fin de cuentas somos lo que escribimos.
Y aquí estoy otra vez, más transparente que nunca y leal. Leal a mi misma que es lo que me importa. Si resulto triste, nostálgica, pamplinosa, contradictoria, inconstante, borde…es que lo soy. No hay más.
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