Hacia bastantes días que no entraba por el blog, hoy releo y me encuentro en esos trazos de realidad, a veces dulce, otras amarga y siempre tan premonitoria. Es curioso esto de aprender sobre las líneas que voy dejando escritas.
La vida es como ese juguete para montar que te regalan sin libro de instrucciones y vas acoplando poco a poco, según vas aprendiendo. Ocurre que muchas veces se desarma y crees que no vas a poder volver a empezar con esto de enlazar piezas, aquí y allá, una y otra vez. A mi me ha vuelto pasar, estos días atrás mí frágil estabilidad ha volcado una vez más y luego otra... y supongo que siempre será así, que eso es la vida.
De ahora para ya, murió mi perro, él que velaba mis sueños, él que corría a mi encuentro, él que me acompañaba en mis noches de insomnio… mi incondicional, mi más fiel amigo. Su ausencia me desarmo, dolor, rabia, culpa, tristeza…quería que se parara el mundo, que nada fuera igual (de hecho no lo es), pero todo siguió su curso. Así, con once días de diferencia la muerte volvió a llamar a mi puerta, esta vez se llevo a mi tío, aunque me dejo tiempo para despedirme, para reconciliarme conmigo misma… Han sido semanas muy duras, lo siguen siendo. La muerte siempre es inoportuna, nunca te habitúas a ella, siempre duele, desarma y por encima de todo no deja de enseñar constantemente que nadie establece normas, salvo la vida.
Hoy me manifiesto empíricamente vulnerable, frágil y fuerte Apreciando el instante, viviendo la vida.
Feliz sueño Pongui.
Dulce descanso tío Manuel.
No me despido, porque sé que siempre vais a seguir conmigo y esa es mi suerte.